La alarmante degradación ambiental producida por la acción humana y el cambio climático, ha obligado a la comunidad científica a desarrollar múltiples formas para la rehabilitación de los ecosistemas, de la mano de la innovación y nuevas tecnologías.
El daño provocado por el cambio de uso del suelo, la agricultura, la devastación del bosque nativo, las grandes obras públicas, así como las actividades extractivas, alcanzan niveles que rayan en lo irreparable. “Sabemos que destruir un ecosistema puede demorar cinco minutos, pero rehabilitarlo, muchos años. Hablo de rehabilitar porque nunca volverá a ser el mismo, ya que arrasaste una población única de semillas, flora y fauna, que no volverá”, dice Lysette Mersey, ingeniera agrónoma y asesora técnica de Teknoflora.
La especialista es parte de los exitosos proyectos que Teknoriego (matriz de Teknoflora) ha desarrollado en el altiplano para reforestar grandes áreas, que compensan las que han sido degradadas por actividades extractivas. Todo ello a través de la producción y propagación de especies altoandinas vulnerables o en peligro de extinción.
“Para producir una buena planta en estado de conservación, lo primero que hay que hacer es un muy buen diagnóstico del lugar donde se desarrolla la planta de forma natural, para saber qué planta estás produciendo y cómo podrás establecerla en el tiempo, en el lugar que fue degradado u otro. Puede parecer obvio, pero no lo es. Eso es lo que define el éxito o fracaso de un proyecto restaurador. Ocurre, y mucho, que se diga: “plantamos 5.000 plantas”, como EL factor determinante del éxito, y eso no es así. Si las plantas se te van a morir al año, es un fracaso total. Las plantas tienen que persistir 15 años después y ojalá que cumplan todo su ciclo silvestre,” agrega.
En ese contexto, Mersey, destaca el gran aporte que se ha hecho en el área de la investigación y que abre una gran oportunidad en ese ámbito. “Gracias a la experiencia y equipo técnico y profesional de Teknoriego, hemos producido cerca de 20 especies de las cuales no habían estudios. Ese conocimiento, es una invitación para que otras organizaciones públicas y privadas se sumen con información de estas especies propagadas en contexto de compensaciones ambientales u otros”.
Trazabilidad
Producir una planta en condiciones que no son las naturales, para que luego de ser propagada tenga la adaptabilidad necesaria para persistir en el tiempo, es el gran desafío que Teknoriego ha sabido sortear exitosamente. “En el caso de especies de las cuales hay pocos estudios, como las que hemos producido, y que nunca han estado dentro de un invernadero o contenedor, lo más complejo ha sido desconocer cómo se comportará en el futuro. Estás poniendo semillas en un contexto que no es el suyo, con sustratos, condiciones de temperatura y humedad nuevos, por ejemplo. Las plantas nativas tienen condiciones morfológicas y fisiológicas que se adaptan a un ecosistema determinado y es ahí donde la trazabilidad genética cobra relevancia”, añade.
“Se necesita mucha información para producir una planta resistente, de raíz fuerte, que al ser llevada a otro terreno sea capaz de ingresar al suelo y adaptarse a las condiciones externas del medioambiente; que es lo que hemos conseguido en Teknorigo y ahora en Teknoflora. Y en ese sentido es muy importante entender que la trazabilidad genética no se reduce a conocer el origen de una especie: consiste en registrar detalladamente todo lo que ésta tolera o podría tolerar o no, a partir de su información morfológica y fisiológica”, continúa.
“Hace unos años realicé unos estudios en los que demostré que dentro de poblaciones de la especie Colliguaja integerrima (colliguay), establecidas en una misma zona y separadas sólo por algunos kilómetros, había diferencias significativas en su germinación: unas germinaban en un 40% y otras en un 80%. ¿Por qué? Porque vivían bajo condiciones medioambientales distintas, como de viento, temperatura o fauna local. Llegar a esos resultados implicó mucha investigación y desarrollo, porque se necesita analizar muchas semillas de la misma especie y provenientes de distintas áreas, aplicando distintos tratamientos germinativos y pruebas de laboratorio. Ellas guardan mucha información, y ahí la trazabilidad es fundamental para seguir el registro de todo su desarrollo hasta su establecimiento final.”
Queñoa: el árbol que crece a mayor altitud en el mundo
El primer vivero construido por Teknoriego, tuvo como objetivo producir y propagar Polylepis tarapacana (queñoa), a 3.300 mts de altura, en el Salar de Coposa, región de Tarapacá. Mersey repasa el proceso. “El primer año recolectamos semillas de distintos lugares y analizamos algunas a las que le hicimos varias pruebas de germinación. Constatamos que germinaban, pero requerían de algunos factores para generar una planta de calidad que resista las condiciones extremas del desierto. Las plantas del desierto tienen la cualidad de crecer rápidamente, pero es fundamental ir leyendo lo que ocurre en terreno, para que las y los viveristas, seamos capaces de reproducir en un vivero, las condiciones de un hábitat natural. Un buen viverista tiene que ser preventivo, anteponerse a todas las variables que podrían llevar al fracaso de una producción.”
Agrega que “hay plantas como la llareta (Azorella compacta) –también producida y propagada por Teknoriego en el Salar de Jachucoposa, Tarapacá–, que da muchas semillas en un año y al otro ninguna. Uno podría dedicarse toda la vida a estudiar una sola especie. Las semillas están mostrando el impacto del cambio climático y eso implica mucho estudio. Es mucho esfuerzo y necesitamos que se siga investigando”.